Un día, los ciudadanos de Cuernavaca nos dimos cuenta que la primavera, nuestro símbolo, nos había abandonado.
En su lugar se había apostado un invierno caliente, inseguro, violento, donde la corrupción política había ensuciado todas las actividades sociales, y apagado casi por completo el ánimo social.
Casi nadie creía en los políticos y sus partidos.
Había enojo, hartazgo, apatía y desesperanza. Nos empezamos a preguntar:¿Cómo hacemos para que regrese la primavera a Cuernavaca? ¿Cómo logramos que florezca de nuevo la alegría, la armonía y la paz?
Había que hacerlo con nuestras propias manos, nadie más lo iba a realizar por nosotros. Empezamos desde nuestro metro cuadrado.
Y así, a través de pequeñas acciones conscientes, multiplicadas por cientos de miles, se logró el milagro: regresó la primavera a Cuernavaca, contagiando con su alegría, tranquilidad y fertilidad a Morelos, y todo México.